Moribunda Obsesión




- Me muero- repetía constantemente mientras me tiraba en plena calle, me quedé como dos horas mientras se me iba y venía la vida, el amigo que me acompañaba me había dado una droga extraña, era como una bomba en mis entrañas, sentía que mi cuerpo se estiraba y se comprimía, en esta situación pensaba en lo que no pude hacer, en qué tirado allí en cualquier momento un automóvil me arrollaría, cuán desgraciado fui conmigo, desquiciado y desagradecido con la vida, había sido un loco desenfrenado, amaba la rumba, vivía en una ciudad donde la rumba se vive a diario, Barranquilla la puerta de Oro del país, ciudad de cantores, de marimondas y monocucos, tierra próspera, pero rumbera, y yo vivía para ello, no me importaba nada más que no tuviera que ver con mujeres, drogas y mucho alcohol, a los 12 años descubrí el rock, toda esa energía era lo que había estado necesitando mi alma sedienta de quien sabe que, la llene con guitarras distorsionadas, alaridos y redobles de tambores, pero Barranquilla no es tierra de rock, maldita suerte, que vaina tan jodida que nací en una tierra que lo más decente que se oye es un poco de salsa, desde los trece salgo de rumba, antes mi círculo de amigos era bastante limitado, solo Frankie me acompañaba, él era el muchacho más raro del mundo, caminaba tan tenso como un robot, era callado y a duras penas hablaba conmigo, porque le sacaba las palabras a empellones, su mirada reflejaba odio y rencor, siempre creí que algún día tomaría un cuchillo y asesinaría a todos, se veía como un psicópata y actuaba como tal, no sé ni porque carajos andaba con él, quizás porque así creía que ahuyentaba a los bravucones, cosa que no fue así, pero igual seguí andando con ese loco. En aquellos días le propuse irnos de rumba, como supuse él no quiso, así que lo deje atrás y me fui a rumbear, nada del otro mundo aquella noche besé a tres chicas, me emborraché hasta el pelo y Julia me enseñó sus prominentes senos (para ser una adolescente estaban grandes), la mejor noche de mi vida.

Habia  estado tirado en la mitad de la calle, recuerdo un taxi que llegó al lugar, el hombre se bajó del carro con cruceta en mano me empezó a patear.

-Oiga, usted qué hace allí tirado, nojoda quitate de la mitad- gritaba exaltado el señor de camisa colorida y jeans.

Trato de tomarme del brazo y mi respuesta fue nula, mi pulso estaba demasiado débil, estaba medio inconsciente, quería levantarme pero no podía, mi cuerpo no me respondia, el taxista creyó que estaba muerto, el muy desgraciado no hizo nada, solo me aparto de la calle y me arrastro a la acera, termine de boca a un charco sucio, allí pensé aún más en las cosas que me habían sucedido. A los dieciocho me llego el puto amor, una chica nueva en el barrio, venía del extranjero, de familia española, delgada como un fideo, cabello oscuro y ojos azules como el color de mis canicas aguamarina de cuando era pequeño, estudiaba filosofía en la universidad, esa condenada me dejo loco, la conocí en una rumba salsera, se movía como un trompo en la pista, eran casi medianoche y no dejaba de mirarla desde la barra, ella se dio cuenta de mi incesante mirada, y me provocó, al poco rato de cruzar miradas ella se levantó de su mesa y se dirigió al baño, no tuve más remedio que seguirla, pero era demasiado hábil, me estaba esperando en el pasillo, recostada a la pared.      

- hola vecinito, desde cuando eres acosador

-no, yo solo iba para...el baño- deje en evidencia lo nervioso que me ponía cuando la veía.

-ok, pensé que querías algo conmigo, si no es así me largo - intenta dar vuelta dirigiéndose a la mesa de sus amigos pero la detuve y la bese sin más.

Una noche inolvidable, lo hicimos en el baño del bar y en otros lugares, ella tenía la habilidad de hacer que deseara sus labios a cada momento, y ella sabía exactamente lo que provocaba en mí, a las dos cerraban los establecimientos nocturnos pero nosotros seguimos nuestra rumba, tomamos un taxi y le dijimos que nos llevará a la playa, ella tenía un sueño loco de amanecer en el mar viendo las olas golpear las rocas y sentir el agua entre los dedos de los pies desnudos,  hable con el tipo de las cabañas y nos dieron una hamaca, fue algo mágico, Ella, el mar, yo y una botella de whisky, parecía una maldita canción de rock, de esto había solo escuchado, amaneció ella entre mis brazos y yo entre sus pechos, su olorcito me cautivaba, esas cosas que jamás podré olvidar.

Arrastrándome en el suelo pude poner mi pesado cuerpo en la acera, de mi bolsillo tome el celular, me dolía mucho el pecho, sentía que mi corazón iba a explotar, busque su nombre en mi teléfono y le marqué, como supuse jamás atendió mi llamada. Así se llevó mi corazón desventurado, recuerdo que mientras andábamos se acostaba con el idiota de Marlon Piedrahita un escuálido ejecutivo de la empresa de su papá, cuando me dejó me dijo que se iba porque yo no tenía nada que ofrecerle, mientras él tenía un empleo estable y otras cosas que al caso no caben mencionar, que maldita vida, esta vez me toco perder, mande a la mierda a ella y a sus labios, me dedique a seguir rumbeando y gozando la vida como tiene que ser, o al menos eso creía.

Dentro de mi cuerpo nunca existí, créanme cuando con dolor les afirmo que yo no quería ser así, de alguna u otra forma la locura se apoderó de mí, estoy dividido en dos partes, una me incita a salir, a caminar por la oscuridad, a perderme en los vicios mundanos, a seguir cayendo sintiendo un enorme vacío en mis tripas, ese lado me hace perder cada día un pedazo de mi aturdida alma, pero a pesar de ello mi otra mitad era lo contrario, una mitad que era suave y calmada, podría decir que era un dulce viento que rozaba mi cara, aquella mitad la veía reflejada en sus ojos de canicas aguamarina. Si supieran ustedes que su mirada, tan solo con ella callaba a los fantasmas que me seguían, jamás sentí su oscuridad cerca, no sé porque solo dijo adiós y me desgració la vida. Solo pienso que es mejor para mí abandonar este cuerpo inicuo, ojala escupiera mi alma por la boca, pero solo ahora sale de mi la basura que me había bebido, pase el resto de la noche vomitando toda esa basura, quizás por eso pude salvarme, porque mi cuerpo reaccionó y empezó a devolver absolutamente todo, yo quería morirme en esa acera, pero mi maldición ha sido que mi vida suicida no es lo suficiente como para cegarme por completo.

Al cabo de mucho tiempo de estar allí tirado como un pordiosero, lleno de orines y vómito unos policías me encontraron, después de sacarme el dinero de mi cartera, los honorables hombres de la ley llamaron a una ambulancia que vino y me llevo directo a un hospital cercano, enfermos, escuálidos viejos, apuñalados, niños con su rostro decaído, siempre pensé que los hospitales son el lugar más tétrico de la tierra, deberían poner un letrero que diga así. “Adelante entre para morirse, por su enfermedad o por la tristeza”, siempre odie ese lugar, pero en esta ocasión no podía hacer nada, estaba demasiado débil como para salir huyendo, así que me deje atender, el doctor de turno me examinó, y dio indicaciones de las pastillas que debía tomar y del lavado que me debían hacer, en esos instantes sentí que mis horas en el mundo estaban contadas, y pude ver una vez más a ella y sus labios de porcelana, era una mujer muy delicada, su piel era suave y me gustaba tocarla, recuerdo que solíamos pasar tiempo acostados mirándonos, hablábamos con la mirada, y ella solía decirme que la abrazara, siempre añore esas noches, porque mientras exista mi memoria de mi cuerpo no se arrancara la nostalgia de su cuerpo y sus besos, que maldita mierda es lo que pensaba, yo muriendo y solo podía pensar en esa desgraciada que ni siquiera quiso contestarme, como leí en algún lado que el amor se trata de dos idiotas, aunque esté caso el único idiota era yo, no puedo dejar de creer que nosotros los hombres somos los seres más pendejos sobre la tierra, cuando algo se fija bien adentro en el alma no podemos hallar la calma, todo empieza a girar en torno a aquello, y nos atrevemos a mirar una vida cuyo centro y eje central es aquello, pero cuando se va, o se marchita, no podemos imaginarnos una vida sin tenerlo, es raro y hasta absurdo pero cierto.

En esta ocasión la saqué barata, pude recuperarme de la sobredosis que cargaba, me hundí entre policías y declaraciones, recordé la vez que Frankie dejó este mundo, todavía era el colegio cuando eso, ya casi ni andábamos, yo pasaba rodeado de niñas, mi fama había crecido, mientras que Frankie había quedado en el fondo del olvido, fue un par de veces a mi casa pero me hice negar, no quería que me vieran hablando con ese papanatas, un 5 de noviembre fecha exacta de su cumpleaños, llego a su casa, me llamo por teléfono y me dejó un mensaje, hablaba incoherencias acerca de la luz de la oscuridad y un montón de bobadas, pero después de esa llamada a las cuatro y media de un día soleado tomó el cuchillo, mató a todos en su casa y luego se ahorcó con una de sus sábanas, oyendo alguna banda de metal, quizás yo merecí ser Frankie, merecía apuñalar a esa maldita, merecía morir como un desgraciado oyendo metal, pero hacer eso es tener demasiados huevos en los pantalones, puesto que bien sabemos que el verdadero miedo del hombre es morir sin ningún sentido, aunque para mí el sentido era solo ella, que me marcaba un rumbo exacto y determinaba mis horas con todos sus minutos y segundos, ahora que no está me pierdo hasta en la cocina de mi apartamento, la necesitaba tanto como la heroína que me inyectaba, siento que esos besos que me daba aún corrían entre mis venas y me revolcaban, no había segundo en que mi mente divagaba en ella y su cuerpo de sirena, la maldecía pero a medias, que obstinado se es cuando en realidad amas con locura y que pendejo nos volvemos cuando dejamos que ese amor nos lleve a la misma tumba.

Estando aquí en la cama de este hospital escribiendo estas palabras para quien sabe qué extraño se dé cuenta de que la vida entera es una mierda y que no repitan los mismos errores que yo, también con el ánimo de sacarme este puñal que llevo dentro, miro los primeros rayos del sol asomarse por la ventana, sigo creyendo que existe una leve esperanza, aunque a veces me dan ganas de lanzarse al vacío de la inmensa nada, se me escapa el alma que se siente aprisionada y aunque ella sea una vil desgraciada, hay algo en mi pecho que no deja de llamarla, se interrumpe abruptamente mi pensamiento y mi desdén, por culpa de una enfermera que me dice:

-Señor, disculpe tiene una visita de la señorita Antonia Lozano, ¿la hago pasar?

¿Será esto la señal de un nuevo comienzo o por fin el amargo final?

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