Requiem de Sangre - Capítulo 1 (Relato 11)


Es difícil no saber acerca de la Primera Gran guerra que inició una nueva era en nuestro mundo, está en nuestros libros de historia, reinició nuestro calendario, propuso un antes y un después.


Cuando nuestra civilización se encontraba en su máximo esplendor, mucho mayor al de ahora, varias naciones buscaron hacerse con el poder monopolizando la energía, todos los países del mundo entraron en este conflicto, a tal punto que se invadían unos a otros sin orden alguno, se formaron alianzas, y por último, se dio fin a lo que se conocía como civilización en aquel entonces. Volvieron a la era de las cavernas, algunos alcanzaron a huir de este mundo, quienes quedaron eran simples guerreros, otros magos y otros seres siniestros que empezaron a reclamar este mundo como propio, pero esa es otra historia. No tardaron mucho en reconstruir una sociedad, el mundo se dividió en tres continentes, Norte, Centro y Sur, cada uno con ciudades en crecimiento, las guerras pequeñas por posesión de territorio nunca cesaron, pero se limitaban al uso de espadas, catapultas y otros artefactos igual de primitivos, y así se ha mantenido hasta ahora.

En el año 3250 después de la Primera gran guerra, las batallas entre reinos seguían siendo comunes, pero no por mucho. Nínida el reino grande del continente central, había expandido sus fronteras al norte, lo que significó una amenaza al reino de Senepa, quienes no tardaron en tomar medidas, desplegando su ejército a manera de advertencia, esto trajo consigo múltiples batallas logrando la caída de la ciudad de Minar, con el objetivo de tomar la capital de Nínida, Damo, en la península central, una ciudad grande, con un castillo majestuoso en su centro, y totalmente amurallada, ningún ejército ha podido penetrarla… hasta ahora.

Desde la invasión de Minar en el norte por parte del ejército del general Cícidus de Neva, la nación de Nínida había tenido varias derrotas y había perdido muchos territorios, teniendo así que pedir la retirada de su ejército en las ciudades del sur trayendo consigo de vuelta al gran general Wiltz, un implacable guerrero, estratega infalible y con la capacidad de liderazgo para comandar a los 30.000 hombres que conformaban su ejército.

Cuando llegó a oídos de Wiltz que la invasión del norte se acercaba a Damo, inmediatamente dejó a cargo de la mitad de su ejército a su mano derecha, el comandante Karl Ditch, quien había sido entrenado directamente por él en todos los conocimientos de guerra, era a quien le tenía más confianza, este joven era valiente e intrépido, de una mirada tranquila pero de un espíritu guerrero, no era amedrantado por nada, su metro sesenta de estatura no eran motivo de  menosprecio por parte de sus enemigos o de sus subordinados pues el solo hecho de ser la mano derecha de Wiltz era suficiente para ser temido por cualquiera en el ejercito.
El joven de cabello negro y ojos cafés que se disponía a tomar el mando de sus nuevos hombres no sabía lo que se avecinaba a su nación con el llamado de Wiltz a las filas que resistían en el norte.

Tras cinco días desde el llamado de retirada, en la ciudad había revuelo por los 15.000 hombres que llegaban desde el sur, el rey Démano tercero preparaba la plaza mayor frontal para que fueran recibidos todos con grandes banquetes, vino de la mejor calidad y en las mesas, las mujeres e hijos de quienes estos valientes. No era así para Gillian Wiltz, quien no tenía esposa o hijos y no disfrutaba de los placeres mundanos que otorgaban el vino y las abundantes comidas, el simplemente deseaba estar en la batalla por su nación, y había de comer o beber algo, sería para mantenerse fuerte y vivo para pelear, y si amaba, no sería más que a su bella Faria, la espada más afilada del reino, una espada de metro y medio de largo, con empuñadura de oro y grabada en su hoja con los conjuros de los hechiceros de Tirmín, cortaba lo que tocaba. Esta majestuosa arma para nada se veía grande al ser empuñada por Wiltz, pues su metro noventa de estatura y gran cuerpo de guerrero, lo hacían ver igual o más imponente que esa espada, su cabello largo liso y café que descendía por sus hombros hasta su pecho, sus ojos tan azules como el cielo y su cara joven encerrada por una abundante y muy bien refilada barba, lo hacía el hombre más deseado por las mujeres del reino, aunque esto no fuese un asunto de importancia para Wiltz hasta ese momento.

Al llegar a la ciudad, se abrieron la grandes puertas de roble reforzadas con hierro de nueve metros de grosor y quince metros de altura que se encontraban en la entrada sur, dejando ver el único camino recto de la ciudad que conduce a través de casas hermosas, de dos plantas y algunas de tres, propiedad de soldados quienes desde su rango más bajo, tenían una remuneración bastante alta por su gran sacrificio en la guerra, también se veían en las calles a los niños brincar y correr de un lado a otro contentos por la llegada de sus héroes, y las jóvenes doncellas ilusionadas por atrapar la mirada de alguno de esos valientes guerreros o ¿por qué no? Del mismo general Wiltz, quien con tan solo veinticinco años de edad, aún estaba en el vigor de su juventud, y ya había logrado someter a quince ciudades del sur, para ampliar los territorios de Nínida. Pronto llegaron a la entrada de la plaza del gran castillo de Damo, donde pronto se sentaron los 15.000 y comenzaron con su fiesta, mientras, sin distraerse por estas cosas, Wiltz caminó derecho a la entrada del castillo, y entrando en el, todos los presentes hicieron un gran silencio al ver a quien había entrado, que solo fue roto por el rey Démano, un hombre delgado, de barba larga hasta la mitad de su cuello cabello negro como sus ojos, y ondulado traía encima vestiduras muy simples, ya que no gustaba de llevar encima las ropas reales, y solo traía puestos una camisa blanca con un pantalón negro medias y zapatos, había reinado por diez años desde la muerte de su padre y ya tenía cincuenta. Éste se levantó de su trono y caminó hasta el general y le abrazó besando su mejilla.
-querido Gillian, cuánto tiempo sin verte- dijo efusivamente el rey
-su majestad, fueron ocho meses desde que me envió a las filas del sur, y quince ciudades se han unido a nuestro reino, 2 conquistadas y trece de manera voluntaria. Espero que sean de su agrado estas noticias- dijo tranquilamente Wiltz quien se había arrodillado en cuando el rey terminó de saludarlo.
-Claro que sí Gillian, es bueno oír que no se derramó mucha sangre, pero hay cosas no tan felices de las que quiero hablarte- dijo el rey cambiando la expresión de su cara a una más seria.
-Soy todo oídos- dijo Wiltz levantándose y siguiendo al rey quien salía del gran salón frontal al ala este del castillo, por un pasillo iluminado por grandes ventanales de un lado.
-como sabes por el mensaje que te envié, hemos perdido cinco ciudades en el norte a manos de Cícidus. Sabes que Minar fue la primera y más dolorosa perdida que sufrimos, pues era nuestra primera línea de defensa en las fronteras, y calculamos que a este ritmo en unos dos meses, tendremos a su ejército encima de nosotros si sigues en el sur, así que mi deseo es que lleves contigo a tus hombres y a cuantos más necesites contigo para defender recuperar lo que hemos perdido, y si podemos reclamar también una que otra ciudad del norte en el proceso, nos haría bien, para que les sirva de escarmiento y no vuelvan intentar atacarnos-
-Lo haré con todo el gusto, su majestad, usted sabe que lo mío es la guerra y mi deseo es morir en ella, pero no permitiré que se cumpla hasta asegurar el completo bienestar de esta nación-
-eso es bueno, porque quiero presentarte a alguien- dijo el rey palmeando en los hombros de Wiltz
-¿y de quien puede tratarse?- preguntó
-es esta hermosa jovencita- dijo señalando con su mano a una joven que se encontraba en ese momento detrás de Wiltz.
-Carolina Villard, es un gusto conocerlo general Wiltz- dijo inmediatamente la bella joven inclinándose en una reverencia típica de las doncellas. Llevaba puesto un vestido largo, de color azul cielo, que combinaba con sus ojos, con un encaje en lugar de escote que iba hasta su cuello, su cabello negro y liso estaba recogido en un estilo muy oriental, muy delicada en su aspecto, y alta, un metro ochenta de estatura pero aún así miraba desde abajo al gran Gillian Wiltz.
-Me has tomado por sorpresa- dijo encantado Wiltz –no me percaté de que estabas detrás.
-mi señor, estuve todo el tiempo ahí, no sé cómo no me vio al terminar el pasillo-dijo Carolina
-¿y cuál es la razón por la que hemos sido presentados?- preguntó Wiltz dirigiéndose al rey
-se que dejaste a Karl en Tílica, en las líneas del sur, así que pensé que necesitabas una nueva mano derecha, alguien en quien puedas confiar en tu nueva misión en el norte- dijo el rey
-¿Cómo puede ser de ayuda tan bella dama en el campo de batalla?- preguntó Wiltz –y no por el hecho de ser mujer es que lo pregunto pues si me presentase el rey a un elegante y bien vestido muchacho, haría el mismo cuestionamiento- agregó en un tono muy respetuoso.
-entiendo tu pregunta- dijo el rey –así que te explicaré: La joven es la hija del conde Theodore Villard de Faria, en el este, un hombre respetable y veterano en muchas batallas desde antes que tú nacieras. A sus treinta años, vio nacer a su primera hija, Carolina, quien está aquí en frente de nosotros, ella fue criada en medio de entrenamientos, tanto en lucha cuerpo a cuerpo como en estrategia de guerra, a su vez su delicada madre le enseñó todo lo que se requiere para ser una dama de mucho respeto y clase, así que espero que su elegancia y feminidad no te confundan, pues es una guerrera formidable.
-si lo que dices es cierto mi rey, entonces tengo que aprobar sus capacidades- dijo Wiltz con una no muy notoria sonrisa en su cara.
-¿y cómo planeas hacerlo?-preguntó el rey
-en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, espada con espada, como suelo yo escoger a mis soldados- dijo Wiltz mirando fijamente a Carolina
-Acepto el reto- dijo Carolina mirando intensamente a los ojos de Wiltz y sin sentirse amedrantada en un solo momento.
-¡Muy bien!- exclamó alegremente el rey chocando sus manos –que se hagan los preparativos.

Al día siguiente, se había regado el rumor en toda la ciudad, que Wiltz se batiría en duelo con una pobre y delicada chica, pues aunque puede parecer que esta conversación la tuvieron ellos tres, se sabe que las paredes tienen oídos y nuca se sabe a quién cuentan lo que oyen. La plaza principal del casillo, estaba llena de soldados distribuidos por dentro de los muros dejando libre un gras espacio en el centro, y encima de los muros había muchos jóvenes curiosos, que de alguna forma lograron subir hasta ahí para ver el espectáculo y no podemos excluir a las personas abarrotadas en la entrada de la plaza que de alguna forma buscaban abrirse paso levantando sus cabezas o subiéndose unos en los hombros de los más altos pues nadie quería perdérselo, quienes no podían ver, pedían a los que sí podía, que les contaran con detalle lo sucedido.

En el centro de la plaza se levantaron dos tiendas, una para cada luchador, allí, cada uno se preparaba con su arma de preferencia una armadura y escudo, se estableció que la victoria la tendría quien golpeara tres el pecho de su contrincante, aunque Wiltz aclaró que si la chica lo conseguía al menos una vez, sería aceptada como su segunda mano derecha.

Pronto salieron los dos guerreros al encuentro, y lo primero que Carolina notó fue que Gillian no llevaba consigo un elemento muy característico.

-¿por qué no traes a Faria?- preguntó Carolina con algo de molestia
-intento probarte, no matarte- respondió Wiltz sin mostrar menosprecio u orgullo
-¿estás seguro que no te arrepentirás de dejarla en casa?- dijo ella.
-si haces que me arrepienta de haber dejado mi espada, podría incluso hacerte mi esposa- dijo Wiltz sonriente mientras tomaba posición de batalla ubicándose de perfil, con su escudo a su izquierda hacia su oponente y su espada en su derecha sobre su cabeza.
-si te golpeo una vez, quiero continuar el duelo hasta que alguno gane- dijo ella tomando una posición similar.
-así será- dijo el.

Carolina atacó primero, con una estocada alta a la que Wiltz respondió bloqueándola con su escudo y blandiendo de derecha a izquierda, pudiendo ella bloquearlo sin problemas, en ese momento, sin darse cuenta, ya la chica tenía su espada en el pecho de Gillian mientras la multitud miraba atónita y sin entender como la chica desvalida había logrado, en teoría, matar al invencible general Wiltz. Ya se había ganado un puesto a su lado en el campo de batalla, ahora solo quedaba vencerle en este duelo.

-un descuido, que habría pagado con mi vida si en el campo de batalla hubiese sido este encuentro- dijo Gillian con una sonrisa algo más notoria.
-espero no hayan espías viéndonos ahora, o tus enemigos sabrán como matarte- dijo Carolina.
-Terminemos con esto- dijo Gillian atacando con más intensidad.

Estocadas iban y venían, mientras los escudos resonaban y de un momento a otro, el peto de la armadura de Carolina había sonado dos veces, poniendo así dos a uno el encuentro.

-¿así que ahora muestras tu verdadero nivel?- dijo ella –no pensé que me menospreciaras de esa manera.
-si mostrase mi verdadero nivel, hubieses muerto antes de tocar por primera vez mi escudo con tu espada- dijo Gillian sin bajar la guardia.
-¿te detiene el hecho de que sea yo una mujer?- pregunto ella.
-mujeres bellas como tu he matado por montones en la guerra; no hay diferencia entre géneros a la hora de decidir entre tu vida y la del enemigo. Si te he subestimado es por tu delicada apariencia, no por ser mujer- dijo Gillian -Hizo bien el rey en advertirme sobre tu ferocidad- agregó.
-aún puedo desempatar y ganar- dijo Carolina antes de lanzarse al ataque.

Gillian se defendía tranquilamente, luego se lanzó al ataque mientras que Carolina retrocedía un paso a la vez hasta que con un salto se alejó unos metros y emprendió la corrida hacia su oponente, quien puso su escudo en frente preparando su espada para la estocada final, y justo en el momento en que parecía que Carolina blandiría, ella saltó, apoyó su pie en el escudo, Gillian lanzó su estocada de derecha a izquierda, pero asestó al aire, pues Carolina estaba cayendo detrás de él. Al tocar suelo, Gillian giró por su derecha blandiendo desorientado, y dos estocadas dio la chica al pecho de Wiltz tras esquivar su espada, luego pisó su pie mientras el retrocedía haciéndole caer de espalda, en ese momento puso su rodilla sobre el pecho del gran guerrero y la punta de su espada a escasos milímetros del cuello del hombre, a lo que él dijo con una sonrisa de satisfacción <<Faria habría hecho pedazos tu espada>> lo que hizo a Carolina responder <<yo seré quien decida con quien casarme>>. Luego los dos se levantaron mientras se escuchaba la gritería y aplausos de los presentes, quienes habían sido cautivados por la joven que había vencido al gran general Gillian Wiltz.

Esa misma noche, Se hicieron los preparativos para la partida del ejército de Gillian, quienes no se daban el lujo de descansar sabiendo que en el norte las ciudades eran atacadas por el sanguinario Cícidus. En cuanto amaneció, estaban todos los valientes de Gillian de pie y preparados para su viaje, eso incluía a Carolina, quien había ya cambiado sus elegantes y finos vestidos por un vestido de viaje, el cual se componía de un pantalón ceñido, una camisa y un poncho para el frío. El general Wiltz no era la excepción.

Con la primera luz del sol iniciaron su viaje a Minar, que se encontraba a seis días de camino, aunque no sabían con qué situación se encontraría antes de llegar pues eran ya cinco días desde la noticia de su caída y posiblemente el ejército de Cícidus ya había avanzado más, pero estos valientes guerreros estaban preparados para afrontar cualquier desafío.

© Camilo Barrera 2015. Todos los derechos reservados

Escrito por: Camilo Barrera
Arte: Camilo Barrera
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