Amor estudio y galletas con café -Cap 1- (Relato 3)

Amor estudio y galletas con café

PRELUDIO:

Nos preguntamos en ocasiones ¿qué es lo que queremos? ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por amor? Y todo ese tipo de cosas que al final de cuentas resultan ser inútiles, porque nunca obtenemos lo que queremos, nunca llegamos donde queremos y hacemos tantas cosas por amor pero en ese camino nos encontramos con que lo que queríamos no era lo que queríamos en realidad, a donde queríamos llegar, no es el lugar al que realmente pertenecemos, y la persona que amaremos para siempre, no es quien creíamos que sería. Esto me pasó a mí, William Dinn. No tenía metas u objetivos en la vida, solo me conformaba con hacer las cosas medianamente… No, perdón, mediocremente bien o solo mediocremente, pues en el colegio no me interesaba por las clases que dábamos, pasaba los grados apenas con la nota suficiente para no tener que repetirlos, una o dos décimas por encima del umbral de las malas notas y no me importaba, porque pensaba que estaba destinado a seguir los pasos de mi padre, un panadero de barrio que se levantaba muy temprano a hacer pan para que a la hora de abrir pudiera tener listo el desayuno de todos. Yo pensaba seguir sus pasos, no porque así lo quisiera, sino porque ninguna otra cosa parecía interesante o posible para mí, hasta que un día todo cambió.

CAPITULO 1

-LA DECISIÓN-

Teniendo yo dieciséis años, en último año de preparatoria, llegó el momento de la entrada a clases y yo, como todos los años, iba preparado para manejar mis calificaciones estratégicamente por encima de la línea de la muerte, pero las cosas no sería como yo planeaba, mucho menos como yo quería, sino como, al parecer, yo necesitaba que fuesen y no lo sabía en ese momento.

Lilly, o para que la conozcan mejor, Lilibeth Anette Freeman, era la chica más hermosa de mi clase, y podría arriesgarme a decir que la más hermosa del colegio en ese momento, o al menos eso era lo que yo pensaba, lo que mis ciegos ojos de idiota enamorado me permitían ver. Su cabello negro, liso y largo hasta el final de su espalda, parecía ser suave, se dejaba llevar por el viento, nunca lo recogía; su rostro delicado, celestial, liso y suave, su piel era blanca como describen los cuentos a blanca nieves, sus ojos eran grandes y tiernos, negros pero brillantes, siempre podía perderte en la tranquilidad de su mirada, parecía que sentías paz solo con mirarla a los ojos, luego está su cuerpo; no era la chica voluptuosa que los hombres desean llevar a la cama en una noche, así como su cara, su cuerpo era delgado, sencillo, perfectamente moldeado, como si la misma afrodita hubiese moldeado con sus manos una mujer a su imagen, sus manos parecían ser suaves y se veían pequeñas, solo podías imaginas que ella acariciara tu rostro y dijera algunas palabras tiernas con su voz melodiosa y tranquila. Todo su físico era opacado solo por bella personalidad, una chica de lo más femenina, que gustaba de ayudar a aquellos que la pasaban difícil, hacía tutorías en sus horas libres después de clase, siempre apoyaba las actividades de la escuela con entusiasmo, y era muy seria, a nadie veía como menos que ella incluso me hablaba en ocasiones, aunque fuese para pedir mi ayuda en dichas actividades, lo hacía de forma que me hacía sentir como si la conociese de hace mucho tiempo, lo que yo no era capaz de hacer desde mi iniciativa, pues estaba tan enamorado de ella que no era capaz de iniciar una conversación, así que me limitaba a responder sus preguntas y seguir sus indicaciones cuando se necesitaba que yo lo hiciese.

Un día de clases, en la primera semana, algún chico, tocó el tema de las universidades a las que iríamos terminada la escuela, estábamos en una hora libre esperando la llegada de otro profesor, así que todos opinaban sobre sus metas y sueños, sobre lo que querían llegar a ser algún día, yo por mi parte, solo me limitaba a oír sus pensamientos optimistas hasta que de la nada saltó una voz que con su delicadeza se ganó el interés de toda la clase y todos hicieron silencio, era Lilly, había comenzado a contar todos sus planes para después de graduarse, y todos escuchaban atentamente, tan silenciosos que apenas y se les oía respirar. Ella decía que deseaba ir a la universidad de Montecristo, la universidad más prestigiosa del país en ese momento; era una meta muy alta, imposible para la mayoría de los estudiantes de nuestra escuela, pero no para ella, la convicción en sus ojos hacía que cualquiera creyera… no, que cualquiera supiera que ella era capaz de lograr esa hazaña. Ella quería estudiar medicina y era de esperarse, pues su corazón caritativo solo podía pensar en salvar vidas y ayudar a cuanto necesitado se pasara en frente de ella. En ese momento, yo salté de mi silla repentinamente y antes de darme cuenta había gritado que yo también iría, el silencio fue tal después de eso que solo se escuchó una risa suave, a alguien le había parecido algo graciosa la escena, esa era Jenna.

Jenna Lillian Spark era una buena amiga, con la que me conocía desde el curso anterior, habíamos hecho el proyecto de ciencias de ese año juntos, aunque la verdad yo no hice mucho, solo ensamblarlo con las instrucciones exactas que ella me había dado, pues todo lo que requería pensar corrió por su cuenta, ella tenía muchos amigos, pero no del mismo tipo que yo o Lilly, pues ella era algo más extrovertida y alegre, su forma de vestir era diferente al del resto de chicas que usualmente ves, no pensaba mucho en la moda, uno de sus estilos más usuales era llevar shorts con medias largas y unos zapatos extraños que llegaban a sus tobillos, me recordaban a los usados por Robin Hood o Peter pan, siempre llevaba un gorro pasamontañas con algunos adornos colgantes y unos auriculares de diadema, y la playera de alguna de sus bandas de rock favoritas, su cabello rojo se dejaba entrever, liso, pero no tan cuidado como una chica acostumbra tenerlo. Jenna planeaba también ir a esa universidad, era un reto personal, pero nunca pensó que yo también me decidiría a ir, pues ella ya había oído mis expectativas de vida e incluso me había apodado “panadero” pues ese era el futuro que hasta entonces me esperaba. Ella se rió en ese momento no porque pensara que yo era incapaz de lograrlo sino porque no me creía capaz de cambiar mis planes solo por una chica, no pensó que yo me dejaría llevar en algún momento por esas emociones.

 © Camilo Barrera 2015. Todos los derechos reservados

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