Amantes Oscuros (La Princesa Maldita) (Relato 12)

La Princesa Maldita



Todo comienza en el reino de Tosca donde todo el mundo disfrutaba de un festival nocturno.


Un festival en el que había gente haciendo malabares con el fuego, bolas de acero, espadas… Bailarinas, puestos de comida, también había tiro con arco, a pesar de que era de noche...

Entre toda esa gente, había una bailarina morena, de piel blanca, muy jovencita, menudita y vestida de árabe. Su conjunto era morado haciendo que esos ojos violetas destacaran. A pesar de su inofensiva apariencia, era una de las mejores ninjas que existía. Ella era la princesa maldita.

En el castillo de Tosca, el rey andaba por los corredores pensando la forma de poder alejar a su hermano del nuevo peligro que se cernía sobre sus hombros.

El rey notó que alguien se acercaba por su espalda. Esperó a tenerlo cerca y desenvainó rápidamente su espada. Justo cuando iba a cortarle la cabeza a su oponente, se levantó en seco al darse cuenta de que era su hermano Calel, dejando su espada a unos milímetros de su garganta. Un poco más y hubiera matado a su hermano menor.

-       ¡Por el amor de Dios, Kilian! Casi me matas – dijo Calel. Su hermano mayor envaino su espada y él se agacho para coger su mechón rojo e intentar ponerlo en su sitio.

-        Vamos Calel, no exageres, que solo ha sido un mechón – dijo Kilian.
-        Si claro, solo un mechón – Calel respiro hondo - ¡casi me cortas la cabeza! – grito Calel.

Kilian sopló uno de sus mechones negros que le caía al rostro – anda, vámonos de aquí – dijo Kilian pasándole el brazo por los hombros de su hermano.

Ya eran las dos de la madrugada y todavía la gente seguía de fiesta. Calel miraba desde la ventana de su cuarto como se divertía la gente. Se les veía tan felices… Calel suspiró – ojala pudiera estar en el festival – al rato, atisbó una silueta pequeña acercándose al castillo. Así que decidió ir a arreglar las cosas por su cuenta y pillar al delincuente que estaba entrando a su hogar. 

La princesa maldita ya se había cambiado de ropa y entraba a hurtadillas al castillo por las alcantarillas – esto apesta, en fin – mientras decía eso, se tapaba la nariz.

La princesa siguió caminando y al girar a la izquierda, se le echaría encima un Raut, una de esas ratas tan feas y gigantes. Llevó su mano a la espalda y desenfundo su Ninja-To cortando por la mitad al monstruo del golpe tan rápido y fuerte. Acto seguido, sacudió la sangre del arma con un movimiento rápido y la enfundo.

La princesa siguió su camino tranquilamente, hasta que se topó con tres Lusor, y justo en el final del trayecto. Eran serpientes gigantes y muy venenosas, pero al parecer, estás eran guardianas del castillo porque las cubría una armadura de pinchos – vaya mierda, tenían que ser guardianas – encima odiaba a esos monstruos. Uno de los Lusor fue a morderla y ella saltó – oye – desenfundo su Ninja-To gusto a tiempo para detener el impacto de la otra Lusor – pero será posible – decía la princesa lanzando un shuriken explosivo de los que tenía en uno de los bolsitos de la espalda del cinturón negro a la tercera Lusor -.

Calel estaba bajando por las escaleras, cuando Kilian se puso en frente de él.

-         A dónde demonios crees que vas tú a estas horas - dijo Kilian seriamente y con los brazos cruzados.
-         Pues a las alcantarillas – dijo Calel.
-        Y me lo dices como si nada – dijo Kilian descruzando los brazos.
-         Encima que te digo la verdad – dijo Calel.
-         Porque ibas a las alcantarillas – dijo Kilian.
-     Porque da la casualidad, de que vi desde mi ventana, como entraba alguien por las alcantarillas – dijo Calel.
-         De acuerdo, entonces iré a ver – dijo Kilian.
-         Deja que te acompañe – dijo Calel.
-         Ni hablar – dijo Kilian.
-       Lo siento, pero yo voy – dijo Calel corriendo en menos de un minuto hacia las alcantarillas.
Kilian bajó corriendo también en menos de un minuto, pero Calel ya había salió por la puerta de las alcantarillas.

La princesa estaba esquivando los ataques de la última Lusor, cuando de repente, el monstruo ardió en llamas – pero qué coño… - justo Calel apareció en frente de ella asustándola y saltó hacia tras del susto - ¡joder! Menudo susto me has dado – decía la princesa con una mano en el pecho.

Calel no dijo nada, tan solo se limitó a observarla. La muchacha le parecía muy guapa, era una lástima que tuviera que matarla.

-         Qué ¿por qué me miras así? – dijo la princesa. Odiaba que la observaran.
-         Por nada. Una pregunta ¿que hace una niña como tú, en un sitio como este? – le pregunto Calel.
-       Primero, tengo quince años. Así que no soy ninguna niña, y segundo, tú que haces aquí, niño – dijo la princesa.
-           Eso tiene gracia. Mira guapa, este es mi hogar. Asique, si no te importa, vuelve por dónde has venido y así no tendré que matarte – dijo Calel.
-          Asique vives aquí – la princesa sonrió – entonces todo me será más fácil – dijo la princesa mientras se ponía en guardia porque veía en los ojos del muchacho que quería atacarla y entonces vió como los ojos verdes esmeralda del muchacho se volvían de un rojo muy intenso “no puede ser él”.
-         Entonces morirás – en ese momento, Calel apareció sin más detrás de ella y colocó su mano justo en el centro de la espalda de la princesa usando una técnica llamada Impulso que la mando hacia la pared con la onda de energía concentrada en la palma de la mano. 

Antes de impactar contra la pared, la princesa se dio la vuelta y cuando puso sus piernas en la pared, se impulsó hacia el muchacho. En cuanto estuvo cerca, le asesto una estocada que él detuvo con sus antebrazos sin que ella le pudiera hacer daño.

Calel utilizó su magia en sus antebrazos para protegerse de la estocada de la muchacha. Ambos se quedaron mirándose y vio como los ojos violetas de la joven tuvieron por un segundo un destello plateado, resultándole familiar esos ojos.

Antes de que la princesa cayera al suelo por la gravedad, paso su mano libre por su espalda para coger un kunai de uno de sus bolsitos del cinturón negro, y se lo clavo en la mano que sujetaba su Ninja-To sorprendiendo al muchacho.

Calel había visto el kunai, pero no esperaba que la chica se lo clavara y eso, lo distrajo. 

La princesa vió la sorpresa y el desconcierto de él en sus ojos. Por alguna extraña razón, el muchacho ya no quería atacarla y la princesa odiaba que la gente la mirara con pena. Sobre todo, él. 

La sangre de la muchacha caía por sus brazos y por el suelo. Calel dejó caer sus brazos cuando la muchacha piso el suelo. Ella aprovecho ese momento dándole un cabezazo, luego dio la vuelta dándole una patada que lo mando contra la pared. Calel se golpeó la espalda fuertemente de la patada que le había dado la chica. Cuando se incorporó un poco, vio como la chica seguía con el kunai clavado en la mano derecha. Era como si no sintiera ningún dolor y parecía que no le importaba que el kunai estuviera clavado en su mano. 

De repente, la sangre que había caído al suelo, parecía como viva y empezó a dibujar un esqueleto.

-         Pero qué demonios… - dijo Calel sorprendido al ver que el esqueleto dibujado se levantaba del suelo imponente.
-         Rosa Negra, lo quiero vivo – decía Yasura mientras al esqueleto le caían pétalos de rosa negros que hacían que la cubrieran con una capa rojo sangre.

La muerte levantó la mano izquierda, haciendo aparecer una rosa negra en su mano esquelética. Se acercó la rosa al rostro para olerla y luego, la sacudió convirtiéndola en una guadaña.

Calel no podía creer lo que estaba viendo, tenía a la mismísima muerte en frente de él y la chica estaba al lado como si tal cosa. “De donde ha salido esta niña” pensó Calel, y se levantó sacudiéndose los pantalones azul marino, las botas marrón oscuro… – odio que me manchen la ropa – decía Calel mientras se sacudía la camiseta sin mangas marrón oscuro. Miro fijamente a la muchacha – bien niña, no quería atacarte porque me diste pena cuando te apuñalaste la mano, pero si quieres guerra, la tendrás – dijo Calel. Entonces sus ojos se pusieron más rojos, hasta tal punto, que parecía que llamearan.

La princesa entornó los ojos, se desclavo el kunai de la mano y se lo lanzó al muchacho. 

Calel paró el kunai con la mano y apareció rápidamente en frente de ella – creo que esto es tuyo – dijo Calel estirando gentilmente la mano hacia ella para que cogiera el kunai, pero sintió que Rosa Negra quería golpearlo. Asique cerró la mano en el mango del kunai y se dio la vuelta deteniendo la guadaña. Acto seguido, dejo que su cuerpo se convirtiera en llamas. Rápidamente agarró la guadaña quemándola y le dió un puñetazo en la cara a la muerte mandándola al mismo sitio que anteriormente la muchacha le había lanzado a él. 

La muerte impactó en la pared, y en cuanto la toco, desapareció y apareciendo justo detrás de Calel. Antes de que Calel pudiera reaccionar, la muerte le asestó un golpe en la nuca con la mano esquelética, haciendo que se apagara el fuego de su cuerpo al instante. 

Calel estaba en el suelo y no podía creer que una niña pudiera ganarle. Eso le cabreó y volvió a dejar que su cuerpo se volviera a llenar de llamas. Se dio la vuelta en el suelo y estiro los brazos lanzando todo el fuego que le rodeaba el cuerpo a la muerte, quemando así, toda la capa. 

La muerte fue a golpear con el puño esquelético el pecho de Calel, pero Calel desapareció justo en ese momento y apareció en el aire cayendo encima de la muerte. La muerte se desintegro y en su lugar, aparecieron pétalos negros manchados de sangre. Sangre que regreso a la mano de la princesa.

-         Joder, que ostia – dijo Calel. Para no variar, aparecía donde no debía. Era un desastre para la tele transportación y eso que su maestro Sakuya no paraba de instruirlo en ese campo.
-         ¿Te rindes? – dijo la princesa. 
Calel no respondió, simplemente se levantó y en menos de un segundo, estaba en la espalda de ella. La agarró por la cintura y le colocó el kunai en la garganta – no me gusta que jueguen conmigo, tampoco me gustan los intrusos, y menos, que una niña como tú me haya insultado usando una invocación, en vez de pelear cuerpo a cuerpo. Es una lástima que tenga que matarte, pero la vida es así – justo cuando iba a cortarle el cuello, ella le dio en la cabeza con la Ninja-To que tenía en la mano izquierda, la sana, y como el arma no tenía ningún tipo de filo, pues solo lo golpeo. Calel se sorprendió y la soltó. Ella se puso en guardia y él notó como la sangre le recorría la cara – que hija de puta – sin pensarlo, uso Impulso con toda la energía que le quedaba y la mando contra la pared. 

El golpe había sido tan fuerte, que había hecho un agujero en la pared y la princesa del impacto, se había reventado por dentro. Ella abrió un poco los ojos y vio como el muchacho se acercaba “Calel, soy yo, Yasura” pensaba decir la princesa, pero nada salía de su boca.

Calel estiró la mano hacia la muchacha, haciendo una bola de fuego.

-         Detente – grito Kilian desde la puerta que llevaba al castillo. 
Calel se dio la vuelta sorprendido – dame una razón para no matarla – dijo Calel fríamente.
-         Porque es tú prometida – dijo Kilian.
-         ¡Qué! Te volviste loco – dijo Calel todo histérico, y la bola de fuego había desaparecido.
-         No estoy loco – decía Kilian acercándose en un segundo a la princesa que tosió sangre, y por una vez, mostro signos de dolor – ya te puedes calmar pronto, porque si no, morirá – dijo Kilian cabreado.
-         Esto no me puede estar pasando - dijo Calel pasándose la mano por el pelo – vale, la curare – se acercó y como todavía seguía con los ojos rojos, la cogió en brazos lo más delicadamente que pudo para llevarla dentro del castillo, pero a la muchacha se le crispo la cara del dolor – lo siento, de verás que lo siento – dijo Calel con la voz suave.

La princesa abrió los ojos y vio como los ojos rojos de su prometido, ya no llameaban, a pesar de que seguían rojos. Ahora sus ojos mostraban ternura, tristeza y sabía que él se sentía muy dolido por lo que le había hecho. No le gusto que él se estuviera reprochando no haberse controlado mejor. Le cogió de la camiseta para impulsarse hacía él y ella le hablo al oído – no... tienes... la... culpa... – le dijo casi sin voz al muchacho, y su mano cayo inerte en su cuerpo.

Arte: Norman Leguizamon

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