Requiem de Sangre Capítulo 3

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REQUIEM DE SANGRE - CAPÍTULO 3


Días después de la gran masacre Minar, Carolina llegaba al Damo, la capital real, a informar al rey de lo sucedido. Las cosas parecían extrañas, habían muchos soldados alrededor de la ciudad, y una gran conmoción causada por la fiesta de bienvenida del nuevo general de los ejércitos de Nínida, Karl Ditch, el que hasta hace unos días era la mano derecha de Gillian, hoy había sido nombrado primer oficial, únicamente bajo el comando del rey y sus consejeros. Carolina no entendía lo que estaba sucediendo, pues a pesar de la matanza que había visto a manos de su anterior mentor, no aceptaba que le hubiesen traicionado de esta manera pues a causa de eso cosas terribles estaban por suceder. Sin importar el bullicio en la calle principal, Carolina siguió cabalgando entre la gente con desespero, sin importar que tan apretado estuviera a causa de la multitud, abriéndose paso hasta el castillo. En la plaza del mismo, donde ocurrió días atrás la batalla con Gillian, ahora estaban muchos soldados comiendo y bebiendo gustosamente, en mesas dispuestas por todo el lugar, ella se bajó de su caballo y se dirigió corriendo hasta la entrada frontal, donde fue detenida por los guardias, pero el rey Démano les indicó que la dejasen entrar, y así hizo ella, hablando fuerte mientras caminaba.


-mi rey, me temo que hubo un motín mientras intentábamos recuperar Minar- Dijo carolina mientras se acercaba al trono.
-te equivocas bella joven- dijo el rey quien tenía a su lado al ahora general Karl Ditch -¿quién querría amotinarse mi?- cuestionó.
-15000 hombres al mando del gran Gillian Wiltz le traicionaron, y en conjunto con los soldados del ejército enemigo, acordaron a su general alegando la unidad de dos reinos y mostrando juntas las banderas en señal de alianza- dijo ella
-interesante, pero aún así, es imposible que se hayan amotinado contra mi- dijo el Rey – ¿y cuántos soldados se requirieron para lograr ese cometido? Preguntó después.
-los 15000 su majestad- dijo carolina –y el resto de los hombres del enemigo- agregó.
-¿me tomas el pelo?- dijo el rey en tono de burla mirando a los presentes quienes también rieron.
-no mi señor, lo que le digo es lo que vi, pues fui sacada de la batalla y pude ver todo desde un punto seguro cerca de allí- dijo ella.
-¿quieres decir que se necesitaron dos ejércitos para matar a Gillian?- preguntó -¿Qué clase de broma es esta?-
-No señor, no para matarlo, solo para intentarlo, pues no lograron ese cometido-
-¿dices que 15000 hombres, mas los del enemigo no pudieron matar a Gillian?-
-Justo eso mi señor, hasta Lionus cayó en sus manos- respondió.

Hubo silencio por un momento, y luego unánimes soltaron una gran carcajada, que hizo estremecer la habitación. Pero el único que no reía era Karl, quien parecía extrañado por las declaraciones de la joven.

-dime niña, ¿te has golpeado la cabeza en el camino de vuelta?- preguntó el rey Dénamo
-mi señor, se lo que vi y pude huir de él porque decidió no matarme, para que le avisara que estaba en camino con su nuevo ejército- respondió carolina
-¿nuevo ejército?- preguntó – ¿de dónde sacó Gillian un ejército? Estás fuera de tus cabales- dijo enseguida
-Su alteza, le digo que en serio hubo un complot en el que Gill…-
-No hubo un complot- Interrumpió el rey con volumen levemente elevado –si traicionaron a alguien fue a Gillian, no a mí, ellos seguían mis órdenes- agregó.
-¿De qué está hablando?- preguntó carolina
-lo que oyes- respondió el rey –Gillian era una amenaza para las naciones del norte, pero no lo suficiente como para detenerles en su empresa de invadirnos totalmente. Al final eso sucedería, así que decidí entregar a mi mejor hombre a cambio de la alianza.
-traicionaste al mejor y más fiel de todos- dijo ella
-la fidelidad es un asunto de poca importancia cuando debes proteger un reino, me pidieron la cabeza de Gillian a cambio de la tregua, y yo simplemente acepté- dijo el rey
-si se lo hubieses pedido, el hubiese seguido tus órdenes de no atacar, pero lo enviaste a una trampa- dijo ella – ¿crees que te perdonará?- preguntó.
-da lo mismo, ya está muerto.
-eso es lo que crees- dijo Carolina dirigiéndose a la salida del palacio- yo me iré de aquí y avisaré a todos, y el que quiera salvarse de el destino que les espera, que salga también de la ciudad-

Cuando hubo terminado de decirlo, a mitad de camino a la puerta del palacio, un hombre la detuvo.

-Mi lady, no debería apresurarse, será llevada pronto a su destino- dijo el hombre, el cual estaba vestido con una túnica larga, gastada por los años al parecer, y cubierto de una capucha, parecía andrajoso y caminaba algo encorvado, no se alcanzaba a ver bien su rostro porque la capucha oscurecía le oscurecía, pero si resaltaba su aspecto andrajoso.

Carolina lo miró con algo de enojo, pues estaba irritada por su anterior conversación, así que lo evadió y trató de seguir su camino, pero en ese momento, el la tomó del brazo, lo cual hizo enojar a la joven y con un gesto rápido se liberó del encapuchado, cuando el intentó tomarla nuevamente, ella desenvainó y blandió su espada en defensa, pero el hombre dio un salto hacia atrás el cual abarcó como cuatro metros, lo que sorprendió a todos los presentes, en ese momento. Karl quien hasta ese momento no había participado de la conversación, decidió actuar para poner al desconocido en su lugar, pero cuando intentó ir sobre él a atraparlo, el sujeto saltó poniéndose de pie en el techo como si de el suelo se tratase, en ese momento un temor sobrevino a todos los que estaban en el lugar, y el rey miró a Carolina quien también le devolvió la mirada asintiendo con la cabeza, como si supiese que el rey en ese momento se preguntaba si este era un lacayo del hasta ahora creído muerto Gillian. Al ver ese gesto en ella, y con la mano temblorosa, señaló al guardia interno e hizo la seña de llamar a todos los soldados de los alrededores. Había en aquel entonces varias formas de hacer llamar refuerzos, una seña con la palma arriba indicaba al guardia que se acercara pues la presencia era amenazante, otra con la palma arriba indicaba que debía llamar unos cuantos guardias más, y con la mano de manera vertical indicaba que debía traer la mayor cantidad de refuerzos posibles, lo cual, fue en ese momento, una mala idea, pues este extraño hombre no venía a pelar ni a matar, pues su único interés era llevarse a Carolina, ya que esa era su misión. Los soldados no tardaron en llegar, y al ver la escena, algunos a quienes se les había dicho que trajeran arcos, empezaron a disparar, y cada flecha disparada se clavó en el sujeto, pero nunca se despegó del techo del salón, sino que empezó a sacarlas una a una de su cuerpo, luego pareció caerse, pero cuando tocó el suelo, se movió rápidamente a la puerta donde ellos estaban u al primero le clavó una de esas flechas en el ojo derecho, nadie había notado que estaba ahí sino hasta que el soldado cayó al suelo, entonces mandaron sus manos a las monturas de sus espadas, pero antes de que pudieran desenvainarlas, ya sus cabezas estaban volando por los aires; en seguida, vio cómo una espada salía de su pecho, era nada más y nada menos que Karl quien había atacado sin misericordia a su contrincante, pero este golpeó el rostro del nuevo general enviándolo a los pies del trono dejándolo inconsciente ante la mirada atónita del rey, a quien en seguida se dirigió con la espada que había sacado de su pecho ahora en su mano.

-mi rey, o bueno, no podría decir eso dadas las circunstancias, pero aún está la costumbre- dijo el hombre –al parecer ha cometido crímenes atroces últimamente, entre esos, la traición al gran Gillian Wiltz, comandante principal de este ejercito- agregó mientras se ponía a los pies del inconsciente Karl.
-¿qué quieres de mi?- preguntó el rey con tono de miedo en su voz.
-nada aún, mi única misión ahora es llevar a la señorita Carolina sin ningún rasguño ante el gran Gillian- dijo el hombre.
-¿Cómo te llamas?- preguntó
-eso no importa- respondió

Cuando se disponía a clavar su espada en el pecho de Karl, Carolina le detuvo con un grito, y diciéndole que accedería a ir con el si no había más muertes. El sujeto accedió,  la montó en su espalda y corrió tan rápido que los presentes creyeron que había desaparecido en el aire.

Pronto estaban acercándose donde estaba Gillian, que era una colina no muy lejos de la capital, pues ya habían avanzado todo ese trayecto.

Cuando estuvo en frente de él, bajó de la espalda del lacayo y habló con Gillian.

-¿para qué me has traído?- preguntó carolina mientras el lacayo los dejaba solos en la habitación de la que era una propiedad abandonada hacía no mucho tiempo, y que habían tomado como puesto de avanzada, y todos los ahora lacayos de Gillian quienes fueran una vez soldados, estaban recostados en el césped alrededor de esa casa.
-planeo acabar con todos aquellos que me traicionaron en la capital, y planeo enviar la cabeza del rey al norte como muestra de mi gratitud al revelarme la verdadera naturaleza de quien nos gobernaba- dijo Gillian.
-¿acabarás con la ciudad como hiciste en Minar?- pregunto ella
-¿es que acaso alguno merece vivir?- interrogó el.
-hay gente inocente ahí, que no tiene que ver con esto- dijo ella
-no existe manera de cambiar mi idea, ahora solo quiero ver correr sangre, y rodarán las cabezas de quienes se me opongan- dijo el
-¿incluso la mía?- preguntó ella -¿entonces por qué me trajiste?
-no planeo matarte a ti, tú tienes otra deuda con el anterior Gillian y quiero cobrarla por el- dijo
-de qué hablas, si nos conocimos hace poco-
-si lograbas que se arrepintiera de no usar a Faria en su duelo, te haría su esposa-
-eso era una broma- dijo ella sonrojada
-fue una promesa de esas que deben cumplirse, pronto empezarán los preparativos y serás la reina de mi nuevo imperio- dijo el
-estás loco, consideraría la idea si fueras como el anterior Gillian, un caballero admirable y de grandes valores-
-parece que nunca le conociste, sino que dices lo que oíste de él,  pero pronto conocerás como era y como soy ahora- dijo él, retirándose de la habitación, e indicándole que allí sería donde pasaría ella esa noche.

Por: Camilo Barrera
Ilustración: Camilo Barrera

© Camilo Barrera 2015. Todos los derechos reservados

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