A SOLAS CON MI MENTE SÓLO COSAS DE DEMENTES


Ayer o pasado, como quieras llamar a eso que ya no es y que ha sido marcado en la memoria, tengo en mí una enorme pelota de sentimientos encontrados, de esos que aturden y rebotan, de esos que a veces no hacen más que sacudirse por las paredes de tu cuerpo y te encubren con ese sonido constante que cada vez te hace más viejo, más odioso, un poquito más o menos mierda; ese sonido te enfrenta a una realidad hecha cuadros donde sueñas a lo libertario. Ayer mientras caminaba entre las suaves sábanas de una noche suicida y deslumbrante, notaba que todo me fastidiaba y que la vida no me sabia a nada, esto a veces me pasa, siento que la vida es insípida, inodora y no me incumbe, todo lo que vivo lo veo desde una ventana, a lo lejos, como si no me importara. 

Una de mis noches quisiera referir, una de esas en la que todo era arrebato y festejo, una en la que a lo lejos podías escuchar los bares de la ciudad a todo dar, música de todas clases y de todos los gustos, movimientos de caderas y piernas, todas alineadas bajo los efectos del jugo de cebada y sustancias más poderosas que dominaban, una noche donde el alcohol y el desenfreno eran como rey y reina, en esa noche los dos se amaban, una noche donde todos gritaban desaforados alrededor de sus amos, rodeaban y encendían fuego con sus manos, todos alegres mientras rey y reina se besaban y se tocaban, una noche donde te enfrentas a la realidad del estruendo y el rugido de una sociedad acostumbrada al denuedo de perderse y olvidarse de si misma, una noche llena de sonido y luces fluorescentes. Si hay algo en lo que creo, es que entre tanto bullicio no se puede pensar, es más, no se puede ni actuar por tu cuenta, entre el tumulto y el jolgoriodesenfrenado de las noches decadentes y envolventes, lo único que me satisface instante a instante es vagar entre mis temores y desaciertos, eso es como una necesidad inexorable que mi alma o mi mente llama. ¡Ay de mi mente!, esa vieja zorra que me acompaña, no sé qué contar de ella, ella se cuenta por sí sola, por lo que comencemos esta trémula historia con una noche de estrellas oscuras y un cara a cara con esa zorra.

Aquella noche, recuerdo pasar por una vieja licorera, no llevaba mucho dinero conmigo, un par de billetes y una caja con dos cigarrillos, pedí una botella de vodka y quede sin cinco, allí en aquel instante, justo cuando miraba mi reloj y era un poco más de la medianoche, fue cuando con el brillo de las pocas estrellas que sobresalían de entre las nubes espesas, como lo estaba yo en aquel instante, oí de lo más serena e incrédula la voz de la zorra mente que me acompaña.

-¿Qué buscas huevón?
-Lloverá, ¿cierto?

Aclaro y les comento una consigna, mi mente es necia y perversa, en nada quiere creer.

-Que vá- me respondió haciéndome mofas.
-Ya verás, ya verás.

Seguí mi rumbo calle abajo con un frío que me congelaba hasta los huesos, mi mente no paraba su caravana de palabras, que como en un carnaval eran algo sin sentido preciso, eran algo desvariadas, la miraba y me daba cuenta de que su compañía ya me hacía falta. 

Las calles cada vez más solas, pero a esa hora desfilaban las piernas largas y hermosas, envueltas en medias de seda y adornos color rosa, era la hora precisa de las falditas cortas y los tacones de diez centímetros, hora para el dinero a cambio de amor y desatino.

-Hola guapo, quieres amanecer entre mis tetas, te hago descuento Mono bello.
-No, gracias, esta noche no busco nada.

Seguí mi rumbo, aunque la mujer insistía en que me hacía un jugoso descuento.

-Que maldita vaina, ¿no?

Le contaba a mi mente que en nada cree.

-¡Que va!, ya querías tú tener una de esas.

Mi mente alucinaba con mujeres a cada rato, siempre miraba de reojo las nalgas de cualquiera.

- Te conozco traicionera, pero esta vez no va a pasar nada, no tenemos nada, solo esto.

Le mostraba la botella y me la empinaba, mi mente enojada me la arrancó de las manos, se la empinó también, pero,seguía mirando esas bellas nalgas con mucho más deseo tal vez.

-Quieta en primera vieja zorra, esta noche no amaneceré en una cama respirando un aire que no me pertenece, no amaneceré entre las piernas de una mujer que no me pertenece y tampoco besaré labios que no me pertenecen. ¡No más!, sigamos nuestro camino mejor, me quiero beber esta botella de vodka, hasta perder la razón.

- Como siempre tan bobo el Mono este, yo solo quería un poco de calor.

Pasaba por algún parque y ya eran las dos, le gritaba al viento que me golpeaba, mientras sólo oía sus respuestas que se transformaban en susurros y balbuceos de una nada que me agobiaba y desanimaba.

-¡Ah, que maldita maña de seguir despierto!, debería estar en cama listo para dormir.

- Cállate la jeta, y mira esos dos de allá.

Me señalaba mi mente un poco asustada. Alcé la mirada y en medio de aquella densa oscuridad, a lo lejos divisaba dos figuras forcejeando, dos hombres, uno de traje y gabán, y el otro de gorra y con morral.

-¡Oye maldito devuélveme mi reloj!

- ¡Deme la cartera y cállese o le agujereo el corazón!

Aquel hombre del gabán no tenía más remedio que entregarle hasta su pudor, el ladrón, el del morral, tomó la cartera, el reloj y los zapatos de aquel hombre, se persignó como estando en misa de las seis y corrió hacia la densa oscuridad, pero sin contar que a pocos pasos, pegado a su espalda, iba el Hombre del gabán gritando desaforadamente queriéndolo agarrar, -Ladrón, cojan al ladrón, demasiado tarde, era tan rápido como un huracán.

-Que patético, ¿no?, queriendo coger a ese ladrón.

- Si, lo sé. Mejor vámonos de aquí antes que se dé cuenta y venga ese gusano buscando tu alcohol.

Nos miramos a los ojos y como cuando chicos mi mente me empujó y se echó a correr, corrimos como por diez minutos en busca de no sé qué, solo lo hacíamos para recordar o tal vez para olvidarnos de todo otra vez. 

En aquella carrera mi mente necia cayó en un charco de agua sucia llena de meaos de viejos borrachos, impregnada de aquel sucio y oloroso liquido amarillento, lloraba y lloraba sin ningún consuelo, no pude resistir y solté la carcajada, me reía de ella, me reía de su mala suerte, pero la animaba, es tan consentida que era capaz de quedarse allí sin hacer nada solo porque estaba enojada.

-Deja de llorar como una nena y camina mejor, queremos llegar vivos. No te pasó nada eso con un baño se quita. Ven vamos, camina, levántate que quiero embriagarme hasta morir.

Me miraba enojada, veía que sus ojos se le hacían llamas, pero, sin decir nada me dio su mano y se sacudió del agua mala, como quitándose las penas del alma.

-Todo bien Mono, vámonos de aquí.

Seguimos por allí y ya eran las tres, ninguno de los dos se dormía, estábamos sentados en una banca esperando algún bus de avenida.

-Nada que pasa el bus, que vaina con el transporte que nunca llega cuando se necesita.

Abrimos la botella, nos empinamos entre tantas quejas, ya no podía mantenerme en pie y mi mente seguía con su juerga.

-¡Cállate ya mierda!, me tienes aburrido.

Estaba impaciente y fastidiado, me miró con odio y a las tres y media empezamos la pelea, ella trataba de morderme y yo no me dejaba, yo la golpeaba y sin quererlo, o tal vez si, le di un golpe en el ojo y se le moreteaba.

-¡Ay, mi ojo!, mierda, ¿estás loco?

-Es lo más probable, sigo aquí solo, hablando con una mente que no cree en nada.

Lloraba más que antes y me dio lastima, le prometí llevarla a un hospital, estaba tensa y enojada, no me dirigió la palabra durante el camino.

-¿Qué te pasa necia?, ahora por qué no hablas, cuando no lo haces la cosa es seria.

-No quiero hablar, cierra la boca y dame un trago de esa botella.

Se tomó tres tragos y no me dijo más, sólo me miraba los pies, miraba las líneas de la calle, y yo no era capaz de hablarle, ella era la que me hablaba, yo sólo respondía a sus reproches. Por unos instantes me inquietaba no oírle sus palabras, como si las necesitara en mi almapara quedarme tranquilo, siendo que me sumergía en el más delgado de los hilos. 

Llegamos a un hospital cercano, nos atendieron después de estar sentados sin dirigirnos la palabra, era tanto mi inquietud que mis manos empezaban a sudar, esta mente necia me iba a matar. De una de las puertas salió una mujer obesa gritando mi nombre, así como si estuviera en oferta, me levante de la silla y mi mente me seguía de cerca, pasamos a un cuarto blanco y limpio, un vacío consultorio, había una camilla a la derecha y en el fondo un viejo calvo de gafas y pañoleta, nunca había visto un médico con pañoleta.

- Sigue y siéntate, ya el Doctor los atiende.- Decía la obesa

enfermera.

El médico no levantaba la mirada, llenaba unos papeles y se concentraba, mi mente observaba el lugar, analizaba, observó desde donde estaba el estante de las medicinas, se concentraba en una sola cosa que divisaba, en aquel estante el médico guardaba morfina, y mi mente ya las vislumbraba. En medio de aquel tedio y lo inquieta que es cuando permanece callada interrumpió aquella escena tan desajustada con uno de sus comentarios.

- Disculpe Doctor, no quiero ser entrometido, pero quisiera 

preguntarle- hizo una pausa- ¿es usted afeminado?, bueno, lo digo por 

lo de la pañoleta.

No pude evitar soltar una carcajada, El medico se quitaba las gafas y cruzaba sus manos en el acto más grande de inconformidad consumada, me miraba serio y luego de un suspiro, me disculpaba por mi entrometida carcajada.

-Mira hijo.

-Perdón señor, pero no soy hijo de afeminados.- interrumpió mi 

mente desvariada.

Mi carcajada retumbo la oficina de nuevo, tuve que disculparme 

por segunda vez.

-Como sea payasito, padezco de neurofibromatosis, una enfermedad que herede, se me forman pequeños tumores y manchas en la piel, por lo que uso esta pañoleta, y no tiene nada que ver con mi orientación sexual, le pido que si viene a ofenderme con sus comentarios de mal gusto, se retire de inmediato.

- Perdón Doctor, no se ofenda, solo fue una broma de mal gusto, discúlpeme.

- ¿Qué es lo que quiere?

- Solo que me recete algo para mi ojo, me caí hace poco y me duele mucho, no lo soporto.

-Espere un momento aquí.

El medico se levantó de su silla y salió de la oficina donde nos atendía, mi mente sucia, me hizo señas.

-Mono, mira arribita en el estante detrás del escritorio.

-¿Qué veo?

-Mira la morfina, cógela.

-¿Por qué yo?, no quiero meterme en problemas.

- Mira que me las debes, no se me olvida lo del ojo, coge esa morfina rápido.

Mi mente casi me obligaba y me amenazaba, me la quería quitar de encima, no hay nada más fastidioso que deberle algo a tu mente y más si esta no cree en nada. Me escabullí sigilosamente cuidándome la espalda, el peligro me acechaba pero era esquivo ante su mirada, intente abrir la puerta metálica del estante pero esta tenia seguridad reforzada, un enorme candado me separaba de tomar aquellas ampollas de morfina, no podía hacer nada, di media vuelta y le hacía gestos a mi mente de que estaba cerrada, pero, ella me señalaba el escritorio, un llavero de cuero con una sola llave reposaba, tome el llavero y probé la llave, suertuda mi mente que era la llave adecuada, abrí aquel estante, tomé las ampollas y dos inyecciones, las guarde enel bolsillo de mi camisa y dejé todo como estaba, mi mente sonreía y me guiñaba su ojo, como diciendo,- Todo bien Mono estamos a mano.

El medico entro al poco rato con una bolsa de hielo y una caja de analgésicos, nos dio receta y salimos de su oficina sonriendo, las enfermeras nos miraban, no por guapos si no por la cara malvada, sonrisa de oreja a oreja y ojitos achicados, no podía contener la sonrisa y mi mente apretaba los dientes, al pisar la puerta, uno, dos, tres, patitas para que te tengo, corrimos otra vez, eso fue como hasta las tres y media, paramos en una esquina a ventilarnos un poco, no había corrido tanto como aquella vez, me faltaba el aire y vomite en la acera, el alcohol me hacia sus jugadas y yo caía en sus reglas, ahora era mi mente necia la que se burlaba, seguiamos nuestro camino por la densa y oscura selva cementada y atormentada.

- Mira este pobre diablo vomitando en la acera.

Mi mente se mofaba.

- Cállate ya huevón que es tu culpa, ¿nada más sabes correr?

- Te falta físico, estas frito.

Se burlaba la desgraciada, tenía ganas de pegarle y emparejarle el ojo, pero las fuerzas no me daban, saque de mi bolsillo las ampollas y las jeringas, la miraba y se las entregaba.

-Toma esto, no quiero eso, nada que tenga que ver con tus malditos vicios.

Se puso contenta cuando vio la morfina.

-Inyéctame una.

-¿Acá?, ¿estás loco?, y ¿si viene la policía?

-No vendrá, inyéctame ya, acuérdate que me la debes.

Lo pensé mucho, pero al final siempre cedo a sus caprichos, le remangue la camisa y directo en las venas, dejé salir aquella sustancia que la hacía mucho más ligera, como una pluma que es sacudida por un viento cualquiera, era como un baile de gotas de lluvia, aquellas que danzan en las nubes antes de caer al suelo, mi mente se relajó en aquel éxtasis del infierno, y yo debía estar pendiente para que no hiciera estupideces, pero que va, me gustaba como se bamboleaba en ese vaivén desolada, me gustaba verla calmada y no jodiendo como siempre, estaba tonta y desmenguada, estaba tan dejada que creí que la droga le había hecho daño, decidí apoyarla sobre mis hombros, mientras balbuceaba, a esa hora solo había un negocio abierto, un lugar llamado “La engomada”, debíamos llegar, mi mente lo necesitaba.

Estábamos muy cerca, llegamos y entramos a rastras, mi mente se hacía cada vez más pesada, Una linda señorita de ojos claros como el agua atendía, sus ojos casi que hipnotizaban.

-Señorita, el baño por favor.

-Al fondo a la derecha.

-Gracias.

Llevaba mi mente a cuestas, casi siempre era lo mismo, nunca me pasó al revés, la senté en el primer retrete que encontré, cayó toda desmenguada, decía incoherencias y no paraba de llorar, le di un par de cachetadas para ver si reaccionaba.

-¡Mierda!, maté a esta desgraciada.

Eso era lo que me preocupaba.

-No tranquilo Mono es que me drogué, me pasé un poco, pero, dame agua y cógela suavecito, así se me empieza a pasar.

Le di agua del grifo y la condenada se burló de mí de nuevo, quedamos tirados como diez minutos, me miré al espejo y me veía viejo y ojeroso, que vaina que la edad no viene sola, que vaina que a pesar de todo sigo estando en coma, no vivo, no siento, no expreso, mi cara me dice eso. 

Salimos y el lugar era algo pequeño, pero, tenían mesas, como para comer algo, en efecto, el lugar era un comedero, uno de esos donde llegan los borrachos a tomar sopa y comer seco, le hice señas a la de ojitos de mar y le pedí dos tazas de café cargado, mi mente aún estaba algo distraída, no hablamos nada ni antes, ni después del café, se nos pasaron las horas, me quedaban algunas monedas con las que pagaríamos los cafés, mi mente ya podía caminar, y se le había pasado la maluquera un poco, esa drogadicta un buen susto esa noche me hizo dar, me levanté de la silla y saqué mis monedas, pero de la nada, llegó un ladrón, el mismo de los zapatos y el reloj, el mismo que corrió con la certeza de que se hizo tremendo de fiestón.

-¡Bájate de la plata de la caja mamita!

Quede inmóvil, no sabía si sentarme o seguir, me quede allí de pie con las monedas en la mano. La mujer de ojitos de mar sólo podía llorar y llorar no paraba de hacerlo, el ladrón la amenazaba y sus ojitos no secaban su sufrimiento.

-Toma toda la plata, pero, ¡por favor, no me dispare!

-Calladita mami, no llames a los polis o te meto tu pepazo.De un giro inesperado el ladrón me miró parado con mis monedas en la mano.

-Tú, el de allí, ¿qué me miras?

Abrí los ojos asustados me señalaba con su arma, pero al girar un poco se refería a mi mente que no cree en nada, el ladrón se hacia el más importante e imponía su ley, tenía el arma no había nada que podía hacer, solo obedecer.

- ¿quieres tu pepazo?, huevón.

Mi mente necia y desvariada opto por la muerte escondida, alzó sus manos ante la amenaza del ladrón desgraciado, se hizo fuerte alimentada de desgracias, el vodka y la droga que le había inyectado, erguida y decidida avanza a donde el ladrón a cortos pasos.

-Que va, estas nervioso, mírate, no eres capaz ni de matar a una mosca.

-A que sí, Mono huevón.

-A qué no, maldito ladrón, hijo de lo ajeno, carbón.

-¡Cállate o te disparo!

-Ajá, dispara entonces.

El Ladrón temblaba, mi mente erguida, pero cagada, yo lo sabía, la miraba y la miraba pero no daba ni un paso atrás.¡BANG!, se escuchó por toda la manzana, cerré los ojos y solo pensé que la habían matado, pero para mí fortuna y suerte, el ladrón no le disparó, se asustó y agujereo el techo, soltó el arma y corrió como alma que lleva el diablo. Hay cosas que a veces no se pueden creer, y esta es una de ellas, mi mente que es una necia, aquella que no cree en nada, la drogada y borracha, había salvado a una chica de sufrir un robo, a pesar de ello noté a mi mente un poco desanimada, la chica que atendía le dio su número por valiente y su dirección por bocón, además, nos premió con una botella de vino, como muestra de sincero agradecimiento, sin saberlo ella, que era para nuestra diversión inmediata.

-Tú sí que tienes huevos, nos salvaste pero te veo cabizbaja como decepcionada, ¿por qué?, eres valiente y decidida cuando tiene que ser.

Le comentaba animándola.

-No. que va, es lo que hago siempre para ver si algún loco ladrón algún día me clava una bala en el corazón.

-Tú sí que estás loco entonces, cabrón.

Nos empinamos la botella de vino varias veces en aquel instante, estábamos medio locos, o yo loco completamente, caminamos en zigzag por el medio de la avenida, todo estaba vacío, ya ni las putas atendían.

-¿Qué horas son?

-Son las cinco menos cuarto y no llegamos a tu casa aún.

Nos fumamos los cigarros, el humo se mezcló con el ambiente denso de la calle desolada, donde todos pisamos pero ninguno entendemos nada, en la calle vacía, nadie hace nada por nadie y los pensamientos se disparan como metrallas, en las calles, todos seguimos con vida, pero nadie se da cuenta que hay gente en la inopia misma, solo porque sus decisiones no han sido las mejores, o sólo porque sus almas se han colmado de maldiciones.

-Mono una moneda.

Me pide un Indigente tirado en la acera, llevaba una barba frondosa, blanca y bastante descuidada, estaba sucio y su olor penetraba hasta mi cerebro, jeanes rotos y un saco negro, debajo de ello nada, me estiraba la mano pidiéndome tan solo una moneda en aquella sucia calle helada.

-No tengo Gamín, tómate un trago de mi botella de vino así la pasamos esta vez.

- Gracias Mono.

Nos sentamos allí un rato, el Gamín tomaba de mi botella, mientras contaba su vida de marinero de vereda, era un mexicano y había terminado drogado en alguna calle de la ciudad, no pudo volver a su hogar, vivía entre cualquier basural, me contaba de sus aventuras marineras, de sus mujeres y sobretodo de Estrella, una puta de burdel, una mujer bellísima, según él, solía gastarse la paga en drogas y en ella, la única mujer con la que se casaría, lo tenía todo planeado, pero luego fue expulsado del barco, nunca más la volvió a ver, ser marinero era lo único que sabía hacer, por lo que termino reciclando, viviendo de la mierda, viviendo de las sobras de cualquiera, que triste vida la de un marinero sin mar, o la de un hombre sin amar, creo que hasta 

llore con él.

-Era una ardiente en la cama Mono, hacíamos el amor como si estuviéramos enamorados, yo lo estaba, ella no lo sé jamás me decía nada, se vestía con su trenza que le colgaba, era tremenda mujer llena de lunares en la espalda, Mono de las vainas que tuve cuando era alguien, a Estrella la extraño más.

- Salud por Estrella Gamín, salud por las putas que nos roban el sueño y el dinero, salud por ti, salud por el amor tan ruin, sabe que Gamín Salud por pendejos.

-Salud Mono.

Nos empinamos la botella de vino de nuevo, quedamos totiados de la borrachera. Cantaba el loco su canción más triste en nombre de ella, Estrella, Estrella eres el universo contenido en una de estas, nos empinamos media botella, Estrella, Estrella suaves susurros de tus ojos profundos arriba de tus ojeras, nos empinamos otra media, Estrella, Estrella que me iluminabas con tu bermeja cabellera, se nos acabó el trago y se nos acabaron los versos. Me hizo jurarle que algún día la conocería, me hizo prometerle que la recordaría, después de esto se levantó y tomó su saco, se fue a vagar por la vida.

-Lo dejo Mono, gracias por el trago gracias por la noche entera, recuerde esto, a esa mujer que lo desvela, no la mencione hasta que no la quiera, déjela brillar así como brilla mi Estrella.Me dejó solo con un puñal clavado en el alma, no por su Estrella si no por la mía, mi mente callada me miraba seria y acongojada, ahora somos dos de nuevo en esta velada.

-¿Si le creíste tanta mierda que hablo el loco este?

Mi mente como siempre en nadie creía.

-No lo sé, pero tanto hablar mierda me hizo recordarla, pero, que importa eso, déjalo en paz, ese loco tanto como yo quería un poco de compañía no más, a veces es necesario sentir algún calor humano, como para darnos cuenta de que nada ha sido en vano o para no pegarnos un tiro.

-Camina entonces.

No podía permanecer tanto en pie, pero, aun así caminábamos de nuevo, éramos solo mi mente y yo, la única alma sobre la faz de la acera que el diablo vendría a buscar, no podía evitar sentirme aturdido por el brillo de las estrellas esa noche que ya se dejaban divisar, daba pasos y recordaba cada palabra hiriente y desalmada de la estúpida de mi amada, mi mente como siempre se burlaba y se burlaba.

-No seas tan marica, ahora no vengas a berrear como una nena tú.

-Cállate o te dejo el otro ojo morado.

-Que va, si me cogiste descuidado.

-Cállate la boca mente de mierda, déjame pensar.

- ¿Que vas a pensar?, ¿por qué te dejó?, ¿qué vas a hacer?, ¿tirarte de un puente, escribirle una hermosa y bien romántica carta de despedida?, patético, vamos, no tienes el valor para hacer nada de esto, deja la bobada y deja de amargarte con esa perra que te botó por la borda.

-Cállate por favor, no me jodas y déjala en paz, vienes con esa 

vocecita de vieja chinchosa y no puedo pensar bien.

-¿Que vas a pensar bien tú?, si todo lo que has hecho es eso, pensar bien las cosas, y mírate aquí a las cinco de la mañana discutiéndome, estamos solos Mono, deja ya de tanto pensar, te vas a quemar las cuatro neuronitas que te quedan, ándale bébete el último trago. 

Ven inyéctame la otra jeringa antes de que amanezca, hoy quiero volar al sol, cuando se asome en el horizonte.

-¿Otra vez con eso?, hay vas tú boba drogadicta.

- Inyéctame y deja la queja.

No tuve más remedio que ceder a sus reproches, me empine el último trago de la botella y la revente contra el suelo, hizo un estropicio tremendo, pero nadie dijo nada, nadie salió a chismear. Le prepare la jeringa llenita de morfina, directo en las venas como el desamor que me carcomía, ese que me dejo abierta la herida.

-Qué sensación tan perfecta, se me va la tensión se quita el dolor y 

los problemas me valen mierda.

-Tú y tu droga sí que son cosas de locos.

La tomé del brazo y seguimos calle abajo, ya quería amanecer, si mirabas hacia arriba, entre los edificios el sol empezaba a dibujar sus rayos en las ventanas y como en un acto de magia la calle vomitaba seres vivientes de trajes bonitos y caras lavadas, poco a poco las personas empezaron a salir de sus entrañas, todas perfumadas pero devastadas y desoladas, hay personas para todo, hay personas que siguen su curso, pero, aun encadenadas. Con un sutil movimiento de mi mano paré de una vez el primer taxi que pasaba.

-Señor por favor llévenos a mi patética vida otra vez.

El taxista me miró de reojo.

-Donde tú quieras después que pagues la tarifa, todo bien.

Y allí íbamos tirados en el asiento trasero del auto, ella y yo, no creíamos en nadie, solo existíamos, creer es un mal divino y yo era un mortal dividido entre lo bello y lo profano de una vida a retazos, medio dormido pensé que había sido una noche que había dibujado, así sin colores, a puro lápiz y borrando.

-Qué cosa tan loca, que vaina tan jodida.

balbuceaba y sonreía por lo que vivía, nunca me imaginé ese tremendo festín que me daba, desvariada y desalineada mi mente escondida de la luz que ciega y no deja espabilar ni un poco, la noche fue fría, fue ruin, la noche fue vil, pero prefiero una noche con mi mente, a solas, que toda una vida como un maniquí.

Por: Eduardo Pimienta
Ilustración: Camilo Barrera

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