Naturalmente el hombre es un ser
de conflictos, es un ser que sufre con sus conflictos, por decirlo de un modo, individualmente
nos enfrentamos a nuestro entorno y a nosotros mismos en cada paso de nuestra
vida, estos enfrentamientos promueven la síntesisy la segmentación del
individuo, puede existir en nosotros una amalgama o una disociación
postconflicto del ser que propende en nosotros lo absurdo que en algún punto de
nuestra existencia llegamos a ser. Lo que nos atañe ahora mismo es el conflicto
en sí, que es una confrontación de dos fuerzas por decirlo de algún modo, la
fuerza que va del interior al exterior y la fuerza que va desde nuestro
exterior hacia el interior que chocan convergiendo o divergiendo información,
esto sucede en nosotros todo el tiempo, tenemos ese cumulo de información
resultante de nuestros conflictos anteriores y todo el tiempo recibimos
información nueva.
De algún modo esto se ve reflejado
en mi relato y en muchas otras cosas que escribo, trato de extrapolar el
conflicto y hacerlo evidente, ridiculizarlo, de tal modo que se vea
identificado de alguna forma ese intercambio de información, hacerlo
perceptible, evidenciar ese choque de fuerzas, y generar otro conflicto más,en
otras palabras vengo a complicarlos un poco, a incomodarlos. Puntualmente en
este relato coloque ciertos elementos que envuelven dentro de un mundo
violento, un mundo hostil, trato de mirar al espejo y pretendo que este entable
una conversación con nosotros, y hacer notar que ese entendimiento de la
violencia es lo que de algún modo nos trae el descanso, comprender nuestros conflictos
de algún modo nos libera de la celda de nuestro cuerpo, de algún modo puse la
violencia con la que nos toca lidiar pero a su vez di el paso para evidenciar la
aceptación del conflicto, tal vez se requiera mucho más que unas cuantas
palabras para echarle un vistazo a lo que guardo y quiero enseñarles, o tal vez
me prefiera el hecho que ustedes se enfrenten a sus propios conflictos, y
opinen de lo que escribo desde otro enfoque que enriquezca cada vez nuestro ser
mismo.
Por: Eduardo Pimienta
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